¿De verdad crees en la astrología?

Como aficionado a la ciencia, aunque para nada entendido del tema, os dejo este interesante artículo que habla de la astrología y del futuro escrito en Caos y Ciencia por César Esteban, Doctor en Astrofísica, Profesor Titular del Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna e investigador adscrito al Instituto de Astrofísica de Canarias:

Cuando digo que soy astrónomo, es bastante habitual que me pregunten acerca de las características de tal y cual signo del zodíaco creyendo que tengo algo que ver con eso del horóscopo. Es mucha la gente que confunde astrología y Astronomía y, lo que es peor, también algunos profesionales de los medios de información. Si consultamos una enciclopedia podemos aclarar los conceptos: Astronomía es la ciencia que estudia las propiedades y movimientos de los astros, mientras que astrología atañe a la pretensión de conocer el destino de los hombres y el pronóstico de los sucesos terrestres a partir de su posición.

Está claro que la astrología goza de una enorme popularidad. Casi todos los periódicos publican diariamente el horóscopo y muchas cadenas de televisión tienen su astrólogo particular, que “adivina” el futuro del espectador casi siempre cargándonos el precio de la consulta en nuestra cuenta telefónica. Creo que es casi imposible encontrar a alguien que no conozca cuál es su signo zodiacal aunque, sin embargo, resulta bastante más difícil hallar a una persona que sepa identificar las constelaciones celestes más llamativas o incluso que sepa que la ley de la gravedad rige el movimiento de los astros en el cielo.

Los astrólogos pretenden otorgar a su actividad una terminología supuestamente científica y muchos de ellos dicen abiertamente que lo suyo es una ciencia. Para hacer una carta astral (reconstrucción de la posición de los planetas y del Sol y la Luna sobre la bóveda celeste en el momento del nacimiento de una persona) se necesita conocer el movimiento orbital de los astros involucrados, los astrólogos se valen para ello de los anuarios elaborados por los observatorios astronómicos o de programas informáticos que incluyen parámetros orbitales obtenidos por los astrónomos. Hasta aquí llega la parte científica del método astrológico. Pero el meollo de la astrología, la interpretación de la posición de los astros en el firmamento y como ésta afecta al hombre y a la naturaleza, no tiene nada que ver con el método científico.

Las bases de esta “arte adivinatoria”, tal y como la usamos en el mundo occidental, nacieron hace más de 2.500 años en Mesopotamia, cuando el hombre tenía miedo de la naturaleza y todavía desconocía sus reglas. Para aquellas gentes, los astros eran dioses caprichosos y traían plagas y desastres desde el cielo. Los reyes babilónicos usaban a sus sacerdotes-astrólogos para disponer de augurios sobre el futuro que les ayudaran en la toma de decisiones políticas y para predecir los desastres naturales y las frecuentes guerras. A través del mundo grecorromano, y con el devenir del tiempo, esa antigua tradición ha ido evolucionando hasta la astrología que usamos en la actualidad, más preocupada por la predicción de los aspectos mundanos y personales.

Pero dejémonos de historias. Supongamos por un momento que la astrología fuese un método de adivinación válido, usando el sentido común podemos ponerla fácilmente a prueba y comprobar lo irracional de sus supuestos.

Dicen que el carácter y el futuro de una persona viene muy influido por su signo zodiacal (hay doce, por si no lo sabían), que depende del momento del año de su nacimiento. Si el acontecer de un día cualquiera de un ser humano depende de su signo zodiacal. ¿Cómo es posible que una de cada doce personas comparta un mismo destino?

¿Por qué el momento de referencia para elaborar una carta astral es el del nacimiento y no el de la concepción? ¿No parecería más razonable esto último? Pero si aceptáramos el de la concepción se complicaría extremadamente para un astrólogo la realización de una carta astral precisa. ¿Qué padres se acuerdan del momento exacto (día y hora) en que estuvieron enfrascados en engendrar su hijo? Desde luego, a poca gente se le ocurre apuntar nada en esas circunstancias.

Los planetas Urano y Neptuno se descubrieron en 1781 y 1846, respectivamente. ¿Son falsos todos los horóscopos realizados con anterioridad a dichas fechas? ¿Por qué los astrólogos no fueron capaces de descubrirlos ni notaron incorrecciones en sus predicciones? ¿Qué ocurriría si se encontrara un nuevo planeta? ¿Qué pasa con la influencia de Plutón? ¿Se ha desvanecido al eliminarlo hace unos años de la lista planetaria?

Algo muy gracioso es que los astrólogos consideran no la posición actual de las constelaciones zodiacales en el cielo, sino la que tenían hace 2.500 años, en los cielos babilónicos. Nunca se dieron cuenta del fenómeno de la precesión de los equinoccios que produce este cambio en la disposición celeste. ¡Nos dicen que es Aries una persona que nació cuando el Sol se encontraba realmente en Géminis!

Si los astrólogos afirman que sus métodos se pueden aplicar a la política y a las finanzas. ¿Por qué no estamos dirigidos por astrólogos? ¿Por qué no se encuentran en las listas de las personas más ricas del mundo? Ninguno, que se sepa, predijo la gran crisis financiera que estamos pasando. Al menos podemos decir que fallan tanto como los economistas.

Según ellos, el efecto astrológico de los cuerpos celestes es independiente de su tamaño y de la distancia a la que se encuentran (al contrario de lo que ocurre con todas las fuerzas reales de la naturaleza), ¿por qué no consideran la acción de objetos del resto del Universo como las estrellas o las galaxias? ¿Por qué no influyen tampoco los miles de cometas y asteroides que existen en el Sistema Solar?

Se han realizado multitud de pruebas estadísticas para comprobar la fiabilidad de las predicciones de la astrología. No vamos a enumerarlas pues sería demasiado prolijo, pero todas las que se han hecho de forma científica han dado resultados negativos. Cualquiera de nosotros puede ponerla a prueba en cualquier momento. Por ejemplo, lean a otra persona el horóscopo correspondiente a otro signo que no sea el suyo sin que ella lo sepa, seguro que se verá identificada de la misma forma que si le leemos después el “correcto”. Otro ejercicio: encuentren el signo de zodiaco de los futbolistas de todos los equipos de primera división, verán que no hay ningún signo favorecido, en contra de lo que predice la astrología. Hagan lo mismo con los datos de una lista de científicos, militares o políticos tomados de una enciclopedia ¿Encuentran algún signo más presente que los demás? Si lo encuentran ¡enhorabuena! Habrán sido los primeros en conseguirlo.

Siempre hemos estado tentados de creer que nuestro futuro está escrito, seguramente para no sentirnos responsables de él. Ahora, aunque conocemos mucho mejor las reglas de la naturaleza que nuestros ancestros babilónicos, todavía nos preocupa el futuro, un futuro que, como en todos los lugares y épocas, debemos construir nosotros mismos.


4 comentarios en “¿De verdad crees en la astrología?”

  1. No soy partidaria de creer que nuestro futuro esta escrito, sin embargo si creo que tenemos el poder de decidir que queremos hacer con el (libre albedrío). Cada quien construye su futuro en base a sus expectativas de vida. Yo suelo consultar la astrología, pues me sirve de guía tal como lo hacían en la antigüedad según tu artículo…

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  2. Se elabora la carta astral a partir del nacimiento y no de la concepción por una sencilla razón; el ser que esta dentro de la madre está ligado al destino de ella a través del cordón umbilical ,es por ello que la carta astral se realiza cuando se corta el cordón, en el que se registra la hora de nacimiento. Y en cuanto a los horóscopos que se publican en los principales diarios de las ciudades y cadenas de televisión son en términos generales, y es por ello que no aciertan en la mayoría de los casos. El astrofísico en mención debería informarse mejor para poder medianamente cuestionar dicha ciencia. Cabe indicar que no soy astrólogo ni de profesión, ni aficionado, soy economista.

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