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El Euro Digital a las puertas de su creación entre argumentos de demanda y anhelos de soberanía

El Banco Central Europeo (BCE) se encuentra en la fase final de los preparativos para la puesta en marcha del Euro Digital, un proyecto que lleva gestándose desde hace seis años y que tiene a COTI como socio colaborador. Así lo comunicó el pasado jueves Christine Lagarde, presidenta de la institución, quien condicionó su lanzamiento a la obtención del visto bueno legislativo. Según Lagarde, la principal razón detrás de esta iniciativa es una supuesta demanda por parte de los ciudadanos para efectuar sus transacciones por vías telemáticas.

La dirigente del BCE sostiene que el propósito no es eliminar el dinero físico. De hecho, aseguró que personalmente aprecia el efectivo y que la emisión de nuevos billetes continuará en los próximos años. La idea es, por tanto, ofrecer una dualidad de opciones que se amolde a las preferencias de cada persona en la eurozona -parece ser que en la actualidad no existen métodos digitales…-. De este modo, quienes prefieran los métodos de pago electrónicos dispondrán de una alternativa oficial y pública, mientras que los adeptos a los billetes y monedas podrán seguir utilizándolos con normalidad.

El objetivo declarado es construir un sistema de pagos unificado y soberano para todo el territorio, facilitando las operaciones comerciales y entre particulares de manera segura bajo el paraguas de una moneda común y robusta.

Más allá de la conveniencia

Mi cara no puede evitar reírse cuando lee las razones de Lagarde. A pesar de la narrativa oficial, la justificación de la «demanda del cliente» no convence a todos -por no decir a nadie-.

La población europea está realmente solicitando -entiéndese la ironía- un mecanismo que, en última instancia, permitirá un seguimiento exhaustivo de cada una de sus transacciones financieras. Y no solo el seguimiento, sino el total control del Euro Digital. La afirmación de que se necesita una alternativa digital europea porque las actuales son insuficientes parece obviar la amplia gama de soluciones de pago electrónico que ya operan con eficacia desde hace años en todo el continente -y eso sin contar las actuales soluciones blockchain, como por ejemplo las monedas estables NO CBDC-.

Esta desconfianza se enmarca en una percepción más amplia de sobrerregulación por parte de las instituciones europeas, que afecta directamente a la vida cotidiana de los ciudadanos. Un claro y reciente ejemplo es que Europa restringirá la venta o alquiler de inmuebles con baja eficiencia energética a partir de 2030. Si ya de por sí esta medida es una de las muchas sobrerregulaciones, ahora piensa que podrían hacer con el Euro Digital.

La creación de un euro digital no será tanto una respuesta a las necesidades de la gente, sino una herramienta adicional para la fiscalización y el control en un contexto de normativas cada vez más estrictas.

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