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El camino de la web gratuita a la web «gratuita»

  • Las nociones de web gratuita que teníamos en los albores de la informática han desaparecido para siempre, dándole espacio a una nueva idea de web «gratuita», en la que pagamos un precio demasiado alto
  • Las redes sociales determinan los contenidos que triunfan y aquellos que quedan en el pasado, y juegan con nuestros sentimientos cuantas veces sea necesario, lanzándonos a grupos donde sentirnos seguros
  • Algunos especialistas en la materia piensan que la única salida posible a esta encrucijada pasa por regresar a una web descentralizada, que tome lo mejor de Internet en sus comienzos y aproveche la tecnología actual

Estos tiempos, en los que mucho se discute acerca de la necesidad de considerar Internet como un servicio básico, casi como un derecho cuyo acceso debe ser garantizado para todos los habitantes del planeta, pueden resultar también un buen momento para repasar el devenir de esta tecnología. Por eso repasamos los inicios y las características originales de la web gratuita, que ha mutado en el nuevo y polémico concepto de web «gratuita».

De la web gratuita a la web «gratuita»

Como probablemente muchos de nuestros lectores sabrán, los primeros ordenadores se encargaban sólo de almacenar información privada de los usuarios, particulares o empresas. No perseguían más objetivos que aquel hasta que apareció el primer sitio de la World Wide Web, cambiándolo todo. Desde entonces, quedó inmediatamente demostrado el poder de ese avance y, por qué no, que casi cualquiera puede crear aplicaciones o páginas web.

Eso ha permitido, por otro lado, que nadie pueda ufanarse de ser la persona que posee, controla o activa Internet. Posteriormente, la llegada de los smartphones le brindaron aún mayor poder a las compañías de software, y hemos permitido que almacenen todos nuestros datos para obtener así una mejor experiencia de uso.

Como consecuencia de todo lo hasta aquí mencionado, estamos en un punto en el que se genera lo que se conoce como «bloqueo del proveedor». Es decir, cuanto más utilizamos un proveedor de servicios, más complicado es que podamos abandonarlo para pasar a otro. Si tu familia usa WhatsApp, no importa cuánto te guste Telegram, estás obligado a usar WhatsApp porque, de lo contrario, quedarás incomunicado con tus seres queridos.

De la web descentralizada a la web centralizada

El mundo ha experimentado, a raíz de todos estos hitos, el paso de la web descentralizada a la web centralizada. Bajo el paraguas de esta última, son los desarrolladores de programas los que poseen, controlan y se sirven de muchos de los ecosistemas. Y si bien no son pocos los que consideran que una nueva web descentralizada podría ser la próxima novedad, estos eventos generan algunos choques que no podemos perder de vista a día de hoy.

En español, las traducciones de «for free» y «liberty» podrían malinterpretarse, y de hecho lo hacen, si observamos cómo, en la actualidad, existe normalmente un precio a pagar por pasarnos de un software a otro.

Esto, incluso cuando disfrutar de ese software no tenga un coste aparente, y podamos compartirlo con quien queramos, distribuyéndolo sin limitaciones, de esas que se aplicaban en los inicios de la informática.

Cabe preguntarse. «¿el uso de las redes sociales es realmente gratuito?» Creemos que la primera respuesta de la mayoría de los usuarios será que sí, aunque indagando un poco más en la cuestión, comprenderemos que no.

Si bien no abonamos una suma en concreto, a estos portales les dedicamos nuestra atención, nuestro tiempo y, lo peor de todo, información privada. Información que tiene un valor, desde luego, y que ellos se llevan gratis también.

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Guerra sin cuartel por los usuarios

Más de una vez, mi padre o mi madre me han preguntado cómo es que los creadores de alguna plataforma permiten que la utilicemos gratuitamente, mientras otras similares y con más años en el mercado tienen un valor específico. Pues bien, la explicación está en que estos sitios o páginas buscan registrar tantos usuarios como puedan.

Dejando las suscripciones y membresías para una segunda instancia, la mayor parte de estos servicios obtienen toda la información que pueden de sus clientes. Luego, se la venden a las gigantes Facebook, Apple, Google y Microsoft. Cuando eso ocurre, las posibilidades de que recuperemos nuestros datos son casi inexistentes.

Y para colmo de males, pagar por un servicio tampoco garantiza que no hagan uso y abuso de nuestros datos.

¿Qué contenidos triunfarán irremediablemente?

Como Nina Schick los define en su libro «Deep Fakes and the Infocalypse», los próximos años nos pondrán frente a un aluvión de «mala información sin intenciones maliciosas detrás de ella», como de «desinformación».

Nuestro historial en redes sociales, que le dejan en claro a los sistemas de Inteligencia Artificial cuáles son los contenidos que más nos atraen como los títulos que provocan clicks estarán a la orden del día.

Esto tiene una base psicológica ampliamente reconocida. Ésta señala que cuando obtenemos nueva información tendemos a juzgarla automáticamente, aceptándola si es coherente con nuestros modelos, o rechazándola si es inconsistente con aquello que creemos. Y con el paso del tiempo esta tendencia es cada vez más notable.

Las redes sociales tienen una gran capacidad para manipular nuestros sentimientos, haciéndonos sentir celosos, felices o indignados, según la ocasión. Esto provoca un malestar interno, que lleva instintivamente a buscar un colectivo con el identificarnos. Un colectivo cuyos individuos pasen por las mismas emociones.

Una nueva web descentralizada, ¿la última esperanza?

Como decíamos más arriba, existe una optimista visión de las cosas acerca del siguiente paso en cuanto a la web gratuita, que involucra el nacimiento de una nueva web descentralizada, con todo lo que ello implica.

De hecho Sir Tim Berners-Lee, el creador de la web descentralizada original, se encuentra participando en un proyecto denominado The Solid Project. Éste pretende modificar las lógicas con las que funcionan las apps.

Esta iniciativa pretende que los datos de los usuarios queden almacenados en servidores descentralizados, denominados Pods, y que las grandes multinacionales ya no se los apropien como lo vienen haciendo.

En otras palabras, urge una nueva manera de administrar la información privada de las personas. La bondad de los portales gratuitos no ha sido tal, salvo honrosas excepciones, como Wikipedia. La mayoría de los otros se han aprovechado recurrentemente de los usuarios. Ya no se les puede ni debe permitir accionar de tal modo.


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