Al igual que con BTC tocando máximos históricos y ETH queriendo ir en busca de ellos, XRP cotiza en estos momentos a $2,60, estando aún un 30% por debajo de su ATH ($3,40). Mientras, en la Universidad de Kansas (KU), con el respaldo económico de Ripple a través de su iniciativa UBRI (University Blockchain Research Initiative), el equipo liderado por el Dr. Perry Alexander y el Museo de Arte Spencer han desarrollado un proyecto usando la cadena de bloques como soporte para mapear relatos de identidad, pertenencia y espacio.
Lo que se construye es un sistema de contramapeo: una herramienta en la que cualquier persona, sin necesidad de tener conocimientos técnicos, puede marcar un lugar relevante en su historia y registrarlo en un entorno digital descentralizado. La propuesta no intenta borrar los mapas oficiales, pero sí ofrecer una versión alternativa en la que comunidades marginadas puedan narrarse sin depender de terceros.
Territorio, legitimidad y blockchain
El Instituto de Ciencias de la Información de la KU, junto con artistas como Stephanie Dinkins y Simon Denny, ha integrado elementos como NFT, bienes inmuebles virtuales y protocolos distribuidos para crear una especie de memoria digital sin candado. Cada marcador que se coloca en este metaverso simbólico es también una declaración: «esto es mío, aquí pertenezco». La blockchain, en lugar de ser una abstracción técnica, se convierte en soporte de una narrativa coral.
Uno de los temas que atraviesa este trabajo es la disputa por el territorio. La blockchain no resuelve conflictos históricos, pero sí permite documentar versiones que hasta ahora quedaban fuera del relato dominante. Como explica Alexander, poseer un título de propiedad no equivale a tener la única verdad sobre un lugar. También cuentan las culturas que habitaron antes, los desplazamientos forzados y los silencios heredados.
El sistema desarrollado permite a cualquier persona anclar su historia a un lugar y certificarla en cadena. Es un registro de solo escritura: nadie puede modificar lo que ya ha sido contado. En lugares como Sandy Ground, donde la memoria de comunidades afroamericanas resiste al olvido, esta posibilidad representa más que un ejercicio técnico. Es una herramienta para afirmar presencia.
A diferencia de otras aplicaciones de blockchain que se enfocan en la eficiencia o la seguridad, aquí el interés radica en la permanencia y la horizontalidad. No hay jerarquías: cualquiera puede participar. No se exige validación institucional. Basta con tener algo que decir y un lugar que señalar. La tecnología actúa como un contenedor, no como filtro.