Cuando un equipo de sonido no rinde como debiera y la música se percibe «sucia» o congestionada, muchos piensan en la grabación original o en la distorsión armónica. Sin embargo, muchas veces el culpable es un fenómeno más técnico y desagradable: la intermodulación (IM). Este problema aparece cuando distintas frecuencias de audio, en lugar de coexistir pacíficamente, colisionan dentro de un sistema de audio. Esta interacción provoca que se mezclen y den a luz a nuevas frecuencias, tonos «fantasma» que simplemente no existían en la pista original. Estos efectos no deseados son la esencia de la Distorsión por Intermodulación (IMD).
Detalles de la Distorsión por Intermodulación
El gran inconveniente de estas nuevas frecuencias es que carecen de cualquier relación musical armónica con el contenido original. El resultado es un sonido que los oyentes suelen describir como áspero, granulado o turbio. Incluso si la IMD está presente a niveles bajos, puede enmascarar detalles y mermar la claridad general de la interpretación.
Nuestro sistema auditivo es particularmente agudo para detectar estos subproductos artificiales, lo que hace que la intermodulación sea especialmente molesta. Es muy diferente de la distorsión armónica, que, al estar matemáticamente relacionada con la nota original, a veces puede percibirse como «calidez». La IMD, en cambio, es simplemente ruido.
Este caos de sonido ocurre siempre que una señal atraviesa un componente no lineal; es decir, cualquier parte de la cadena de audio que no logra reproducir la señal con perfecta exactitud. Esto abarca desde amplificadores y altavoces hasta procesadores digitales. Cuando dos o más tonos golpean esta no linealidad, se producen los problemáticos tonos de suma y diferencia.
Por ejemplo, si se introducen al mismo tiempo 19 kHz y 20 kHz (ambos en el límite superior de la audición), un sistema deficiente devolverá esos dos tonos y, además, podría añadir un tono de 1 kHz (la resta: 20-19). Ese 1 kHz es una frecuencia muy audible, justo en el rango medio, y su presencia es completamente artificial. También aparecerán otros más complejos, ensuciando el espectro y restando fidelidad al material original.
Dónde se esconde este fallo y cómo evitarlo
Identificar las fuentes de intermodulación es el primer paso para conseguir un sonido limpio. Los amplificadores son sospechosos habituales; si se les exige demasiado (sobrecarga) o si su diseño de circuito es deficiente, comenzarán a mezclar señales.
Lo mismo sucede con los altavoces y transductores, sobre todo los drivers baratos o mal alineados, que pueden mostrar un comportamiento no lineal cuando se les da caña a volúmenes altos.
Pero también hay que revisar el software digital, ya que ciertos algoritmos de software (como plugins de audio, compresores o conversores de frecuencia de muestreo de baja calidad) pueden introducir estos artefactos, especialmente si se aplica una excesiva compresión de rango dinámico.
Incluso los sistemas inalámbricos (como micrófonos) no están exentos; las interferencias de radiofrecuencia cercanas pueden mezclarse dentro del receptor y contaminar la señal de audio antes de que llegue a la mesa de mezclas.
La solución para una reproducción de audio de alta calidad pasa por atajar estos puntos. Es necesario utilizar componentes de alta calidad -amplificadores, convertidores (DAC) y altavoces bien diseñados– que mantengan la linealidad. Gestionar adecuadamente la estructura de ganancia para evitar la sobrecarga de los amplificadores es vital. Y, en el procesamiento digital, optar por herramientas de fase lineal para ayudar a prevenir la aparición de IMD.