audio sin pérdida

Quién necesita el audio sin pérdida y cómo comprobarlo

Algunos servicios de streaming, como Spotify, cuentan con la opción de audio sin pérdida para sus suscriptores, una prestación que promete sonido de mayor fidelidad a costa de más ancho de banda y mayor uso de almacenamiento. Pero este servicio plantea una pregunta: ¿compensa pagar y consumir más datos por ese tipo de audio o resulta, en la mayoría de los casos, innecesario?

Qué significa “audio sin pérdida”

El término “sin pérdidas” no equivale a “sin compresión”. Ambos, las variantes con y sin pérdidas, pasan por procesos que reducen el tamaño de los archivos. La diferencia está en si, al revertir la compresión, se recuperan exactamente todos los bits originales.

Formatos como FLAC comprimen una pista y, al descomprimirla, la forma de onda vuelve intacta; en cambio, MP3 u otros formatos con pérdida eliminan información de forma irreversible para ahorrar espacio. Los diseñadores de códecs aplican conocimientos de psicoacústica para desechar aquello que consideran menos perceptible para el oído humano. Por eso no toda música “perdida” suena igual; la clase de material (grabaciones acústicas, orquestales, en vivo) y la calidad de la mezcla influyen en cuánto se nota la diferencia.

La física del oído y las condiciones de escucha

El rango auditivo típico va de 20 Hz a 20 kHz, y ese margen se reduce con la edad o tras exposiciones prolongadas a fuertes ruidos. Además, nuestro cerebro filtra y procesa el sonido, lo que hace que muchos detalles queden “comidos” por la percepción automática.

A esto súmale el entorno y el equipo. Escuchar en metro, con auriculares de baja gama o mediante Bluetooth -donde el propio canal suele limitar la tasa de datos- reduce drásticamente las probabilidades de distinguir un archivo sin pérdidas de otro de alta tasa comprimida.

En la práctica, la mayor parte de oyentes no percibe diferencias entre un MP3 a 320 kbps y una versión sin pérdidas cuando la escucha se hace en condiciones cotidianas. Si no tienes un sistema que saque partido de esos matices, para qué vamos a complicarnos la vida.

Cómo verificarlo personalmente

Existen métodos estandarizados para evaluar si puedes detectar la diferencia. Pruebas tipo NPR y ABX son las más usadas. La prueba NPR ofrece tres ficheros para comparar -sin comprimir, MP3 a 320 kbps y MP3 a 128 kbps-, mientras que el método ABX mezcla las muestras y pone a prueba tu capacidad para identificar A o B de forma aleatoria, lo que da una respuesta estadísticamente válida.

Antes de realizar cualquiera de estas pruebas conviene usar auriculares con cable y una conexión analógica cuando sea posible, eliminar ruido ambiental y subir el volumen a un nivel alto pero sin distorsión. Si usas altavoces, procura una sala lo más silenciosa posible.

Muchos que se presentan como “audiófilos” reconocen diferencias en sistemas de estudio o con monitores de alta gama, pero ese test ciego es la única manera de pasar de la impresión subjetiva a una medida replicable.

Cómo decidir

Si tu intención es conservar una colección de música, trabajar en edición de audio o pasar por múltiples conversiones, el formato sin pérdidas es casi obligatorio. Ahora bien, si solo te interesa escuchar música en el móvil, en el coche o con auriculares inalámbricos corrientes, la ventaja práctica es tenue.

El coste en datos y en espacio puede ser notable. Ficheros sin pérdidas ocupan varias veces más que los equivalentes comprimidos con buena tasa. Haz la prueba con tu propio equipo; si no detectas la diferencia en ABX, ahorrarás tiempo y espacio -y, además, dinero-.

Si, por el contrario, detectas diferencias y aprecias las texturas, entonces el el audio sin pérdida tiene sentido para ti y para tu equipo. A fin de cuentas, lo que importa no es la etiqueta técnica, sino si tu oído y tus hábitos sacan partido a ella; si no, mejor no complicarse la vida.


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