Christine Lagarde abrió el fuego en Portugal al decir que el dinero es un bien colectivo que no puede dejarse a los intereses privados. Con claridad meridiana, la presidenta del Banco Central Europeo advirtió que las “monedas estables” -activos digitales respaldados por monedas fiat (dólares, euros,…) emitidos por empresas como Tether o Circle- han alcanzado un volumen de más de 110 000 millones de dólares en un solo año.
Según Lagarde, esta marea de tokens fuera del control de los bancos emisores erosiona su capacidad para decidir los tipos y mantener la estabilidad de precios. Si la gente prefiere un activo externo al euro, el BCE pierde peso real en la toma de decisiones económicas, sentenció sin rodeos.
La responsable del organismo regulador recordó que muchos confunden tres conceptos distintos: la moneda oficial, el canal de pago y la infraestructura tecnológica que lo sustenta. Para ella, las monedas estables quedan atrapadas en un limbo –por eso tanta regulación…-: no son divisa con respaldo estatal ni un mero método de transferencia, sino algo intermedio que opera sin las protecciones de una entidad gubernamental.
Andrew Bailey, al mando del Banco de Inglaterra, coincide en el diagnóstico: si un instrumento pretende servir como medio de intercambio, debe mantener su valor, un criterio que hoy no está garantizado fuera del ámbito oficial.
Lagarde agiliza en Europa el Euro Digital
En junio, urgió al Parlamento Europeo a dar luz verde al euro digital para ofrecer una alternativa pública y así recuperar terreno frente a los criptotokens privados.
En paralelo, Estados Unidos ultima la Ley GENIUS, que dotaría de un marco legal a estas emisiones y abriría la puerta a controles similares a los del sistema bancario tradicional.
Las cifras refrendan la urgencia de la petición de Lagarde: alrededor de 160 000 millones de dólares en circulación global de monedas estables, con Tether acaparando más del 65 %, y más de 80 bancos centrales trabajando en su propia versión digital.
En la conferencia de Sintra, Jerome Powell concluyó que, si las stablecoins van a convivir con los sistemas financieros clásicos, harán falta reglas claras que garanticen transparencia y responsabilidad. Al final del día, la pregunta es quién controla el entramado de pagos de la era digital: ¿quedará en manos de grandes compañías o seguirá bajo el paraguas público?
¿Por qué evitar la privatización del dinero?
Detrás de la retórica de la defensa del “bien público” que es el dinero, se adivina el temor de ceder el timón de la creación monetaria a intereses privados, que podría convertir al sistema financiero en un terreno abonado para gigantes tecnológicos y fondos de inversión con agendas propias -¿a caso eso no sucede ya con el dinero fiat?-.
Pensando mal, y es inevitable no hacerlo, se puede imaginar que la urgencia de Christine Lagarde no es proteger al ciudadano de posibles tensiones en la inflación o la política de tipos, sino también preservar el monopolio de los bancos centrales sobre el “botón de imprimir billetes”, que así sí mantiene la inflación a su antojo llevando a la ciudadanía a cada vez con menos poder adquisitivo. ¿Tú qué opinas?