Existe una cierta melancolía corporativa en la trayectoria de iRobot, la empresa que logró que una aspirador circular fuese un habitante más de nuestras casas. Lo que comenzó en 1990 en Bedford, Massachusetts, como un proyecto de tres brillantes mentes del MIT -Rodney Brooks, Colin Angle y Helen Greiner- ha comunicado este domingo ña bancarrota de iRobot.
Breve historia de iRobot
Tras 35 años de historia, la empresa pasa de ser el sueño de unos investigadores de IA a quedar bajo la tutela de su principal acreedor y proveedor asiático. Brooks, quien dedicó la década de los ochenta a observar insectos para entender cómo organismos sencillos podían ejecutar tareas complejas, materializó esas epifanías en una compañía que lograría colocar más de 50 millones de unidades en el mercado.
El lanzamiento de la Roomba en 2002 supuso un cambio de paradigma en el sector doméstico. El aparato trascendió su función de limpieza para convertirse en un icono cultural, protagonista de infinidad de memes e incluso en un vehículo improvisado para gatos.
El éxito financiero acompañó esa popularidad, recaudando fondos y saliendo a bolsa en 2005. Para 2015, la liquidez era tal que iRobot se aventuró a financiar a otras startups, un movimiento típico de quien ha alcanzado la cima y busca asegurar la siguiente generación de innovaciones.
Sin embargo, cuando Amazon mostró interés en 2022, poniendo sobre la mesa 1700 millones de dólares para comprar la compañía. Parecía el cierre perfecto para una firma nacida en laboratorios universitarios, pero se les aguó la fiesta cuando los reguladores europeos bloquearon la operación por temor a prácticas de monopolio –que raro-.
Bancarrota de iRobot y cesión a Shenzhen
La cancelación del acuerdo con Amazon en enero de 2024, a pesar de la indemnización de 94 millones de dólares abonada por el gigante del comercio electrónico, precipitó la caída. Colin Angle dimitió, las acciones perdieron su valor y la plantilla sufrió un recorte drástico del 31%.
Lo que hemos presenciado desde entonces ha sido un deterioro lento pero constante. Los beneficios llevaban mermando desde 2021, víctimas del caos en la cadena de suministro y, sobre todo, de la competencia feroz de fabricantes chinos que saturaron el mercado con alternativas más económicas.
El préstamo de 200 millones otorgado por el Grupo Carlyle en 2023 apenas sirvió para posponer lo ineludible, y ahora, la vieja versión de iRobot deja de existir para dar paso a una nueva etapa bajo el control de Shenzhen PICEA Robotics.
La empresa asegura que las garantías, la atención al cliente y el funcionamiento de las aplicaciones se mantendrán intactos. No obstante, los documentos legales del proceso de quiebra admiten las incertidumbres propias de estas situaciones. Si la infraestructura en la nube llegase a fallar o desaparecer, los usuarios se encontrarían con un dispositivo funcional en lo mecánico -podrían pulsar el botón para aspirar-, pero que perdería toda la inteligencia que justifica su precio, como la programación horaria o la obediencia a comandos de voz, dejando a la Roomba como un simple disco que aspira chocando contra las paredes.